Luis era un niño huérfano, quien perdió a sus padres en un accidente automovilístico, razón por la cual tuvo que mudarse al pueblo en donde vivían sus abuelos maternos en un una pequeña finca; ya que no tenía más familia, pues sus tíos estaban en el extranjero y no tenía comunicación con ellos desde hacía ya mucho tiempo.
El pequeño creció en el ambiente del trabajo honrado, la agricultura y la ganadería. Desde sus tres años madrugaba a ayudarles a sus abuelos a ordeñar las vacas y recoger los huevos. A sus cinco años sus abuelos su abuela María decidió que ya era momento de empezar con su formación académica, su abuelo, tomando la iniciativa fue a inscribirlo en la escuela del pueblo, que no quedaba tan cerca del su hogar. Cuando comenzaron las clases, el abuelo Pedro madrugaba un poco más a llevar a su nieto al colegio; eran 15 minutos de camino por la larga vía del pueblo, Luisito se encontraba con las emociones a flote, pues conocería su nueva escuela y además a sus compañeros y maestras, era un niño muy activo, inteligente y con deseos de superarse siempre.
Al paso del tiempo, Luis fue demostrando un excelente rendimiento académico y disciplinario, motivo por el cual sus maestros lo admiraban y apreciaban. Como el pequeño estaba sacando máximo provecho a sus clases y ya había aprendido las operaciones básicas de las matemáticas, a leer y escribir, cada tarde, después de hacer sus quehaceres les enseñaba a sus abuelos un poco. A este inteligente chico se le ocurrió la idea de montar una empresa de huevos y leche, así que le comento a su abuelo y también pidió consejos a las directivas de su escuela. Con demasiado esfuerzo su abuelo y Luis lograron montar una pequeña venta de huevos y leche en donde los demás habitantes de los alrededores de la finca iban y compraban la leche y los huevos para su diario vivir, pues aunque algunos tenía también fincas, estas se dedicaban al cultivo de hortalizas.
Fue así como empezaron a reunir dinero y comprarse una camioneta, que aunque no era muy nueva, ellos la utilizaban para llevar a Luisito a su escuela sin necesidad de madrugar tanto, pero sin embargo, como ya estaba acostumbrado, el seguía levantándose a la misma hora y como le sobraba tiempo ayudaba a ordeñar unas cuantas vacas. Sus abuelos estaban muy orgullosos de él y lo adoraban mucho; cada vez la pequeña venta de huevos y leche iba creciendo más, pues gente de otros municipios se enteraban del delicioso sabor de su leche y lo buenos que eran sus huevos e iban con curiosidad a probarlos y terminaban siendo clientes. Como su “pequeño negocio” ya no era tan pequeño, tuvieron que comprar algunas vacas más y gallinas porque las que tenían no les estaban produciendo lo que realmente su negocio necesitaba.
Pocos años después, Luis y sus abuelos ya tenían una empresa de la cual distribuían huevos y leche, no solo a los municipios sino a las grandes industrias de su país.
Luis estaba por graduarse de la escuela por lo que tenía que presentar la prueba de estado, como todos los próximos bachilleres del país, para medir su “inteligencia” y así poder entrar a una universidad, desde pequeño al relacionarse con el campo y los animales fue creciendo el sueño de estudiar Zootecnia y veterinaria, además de que le gustaba ya tenía mucho conocimiento en cuanto a los animales y plantas, pues se crio en ese ambiente. Las maestras esperaban mucho de este chico, pues sabían lo inteligente que era y sus ganas de estudiar y superarse eran muy grandes.
Llego el día de la prueba y Luis iba con toda la confianza, fe y esperanza en él, pues su carrera dependía del resultado que obtuviera en la prueba ya que aunque sus abuelos habían progresado mucho aun no tenían suficiente para pagar su carrera en la universidad pues esta era un poco costosa. Él sabía que tenía el conocimiento y las habilidades para poner en práctica ese conocimiento. Su resultado lo recibiría dos meses después, así que durante esos dos meses siguió estudiando y dando lo mejor de sí mismo…
La hora del resultado había llegado, todos sus compañeros estaban emocionados. El miro su resultado dos días después, pues en la finca no tenía internet y tenía que viajar al pueblo, así que espero hasta que su abuelo tuviese que llevar algún pedido para ayudarle y además ir en la camioneta. Así como todos lo esperaban Luis obtuvo un excelente puntaje, tanto que fue el mejor del país. Fue así como muchas de las mejores universidades empezaron a interesarse en el y le enviaron cartas de invitación para que fuera a sus instalaciones y se interesara por estudiar en alguna de ellas, pero el sabia a donde quería, que era la universidad CES de Medellín, pues era una de las más reconocidas y excelentes universidades en este ámbito.
Los profesores tanto como los padres de Luisito estaban muy orgullosos del hombre que habían criado. Desde ese momento la vida de Luis dio un giro de 180°, pues todo en su vida se estaba acomodando y ya no sería ese niño pobre y huérfano, sino que sería un gran profesional y estaría donde siempre había querido. Y así pasó, al terminar el año, Luis decidió irse a la Universidad, ya que había hecho un examen de admisión y todo salió como esperaba. Por cuestión de sus estudios, tuvo que irse a vivir a la ciudad, la universidad le ofreció flexibilidad para acomodar su horario de manera que en la mañana pudiese estudiar y en la tarde trabajar para poder pagar su estadía y alimentación, pues la universidad solo garantizaba su carrera y los materiales para el estudio. A lo lejos, sus abuelos vivían pendientes y orgullosos de él. Cada vez su pequeña empresa se iba agrandando y los ingresos era más abundantes, de manera que podían ayudar a Luis con una pequeña mensualidad que aunque sea le servía para cubrir algunos gastos. Los únicos momentos en los que el muchacho podía ver nuevamente a sus abuelos eran en cada cierre de semestre, pues aún no tenía la capacidad económica para estar derrochando su dinero en viajes. Cada navidad la pasaba con ellos y les llevaba un pequeño obsequio, ellos seguían muy felices y orgullosos de la persona a la cual llamaban “hijo” y disfrutaban de cada pequeño instante que pudieran compartir con él, antes de que volviera a la Universidad.
Cómo era de esperarse, Luis seguía siendo uno de los mejores estudiantes y era destacado en la universidad por tener un excelente promedio durante todos los cortes, por lo tanto recibía algunas ayudas del gobierno como premio a su buen esfuerzo y rendimiento. Por otro lado, cada monedita que le sobraba la iba guardando en un pequeña alcancía, que unos meses daban muchos frutos. En su trabajo también era exitoso y ahora se encontraba en un mejor puesto y ganaba más dinero.
Para el quinto semestre, ya no eran los abuelos quiénes ayudaban a Luis, sino él era quien les enviaba mensual una cantidad de dinero para que pudieran seguir y que la empresa no quebrará, también ya no eran dos las veces que iba a visitarlos, sino o cuatro o tal vez cinco cuando no tenía tanto trabajo ni compromisos con la universidad.
Cuatro años después, justo cuando Luis cursaba los últimos semestres de su carrera, su abuelita se enfermó, por lo que tuvieron que trasladarla a la ciudad en donde estaba su nieto, para que pudiera recibir mejor atención médica. Luis estaba muy triste y preocupado, pues prácticamente su abuelita, era su vida. Sin embargo, al llegar al hospital, su estado cambió drásticamente ya que había visto a una de sus grandes colegas y amigas, la doctora Gabriela Gutiérrez, médico cirujana en cardiología, y sabía lo excelente que hacía su trabajo y la buena preparación que tenía esta chica, pues a veces cuando ellos salían para alguna fiesta o reunión, ella prefería quedarse para investigar y leer más sobre todo lo que estaba estudiando. Debo aclarar que esta chica ya se encontraba en el último semestre.
La cirugía fue todo un éxito y el trato que le dieron a la abuela de Luis fue muy bueno. Luis se encontraba eternamente agradecido con aquella hermosa mujer que había salvado la vida de su abuela, que le había salvado su vida. Ahora ella no salía de su cabeza, desde siempre la había admirado y sentía gran aprecio, aunque ahora un sentimiento raro yacía en su corazón, pues cada que la veía éste se aceleraba y empezaba a latir a 1000km por segundo. Esta sensación era nueva para él y tampoco entendía de qué se trataba, pues nunca había sentido algo similar. Cada vez este sentimiento era más fuerte y ya no podía soportarlo, cinco meses después, para el grado de Gabriela, descubrió que lo que sentía no era más que amor por ella y que se encontraba enamorado de aquellos ojos azules que lo llevaban al mismísimo cielo.
Él tenía que la chica no sintiera lo mismo que él y por eso no se alentaba a decirle todo lo que en su vida provocaba, su abuelita lo notó y lo aconsejó de modo de que el pudo decidir que ya era hora de expresar todo lo que ahora sentía. Luis tomó la iniciativa e invitó a Gabriela a una cena con la excusa de festejar la aproximación de su grado, ella aceptó sin más. Sus piernas temblaban y sus manos sudaban al verla llegar tan hermosa como siempre, tomaron asiento y después de unas risas y charlas sin tema alguno, llegó la hora de hacer por fin su declaración. Mirándola directamente a sus perlas brillantes le expresó todo lo que había guardado por cinco meses y que cada vez se hacía más fuerte; la chica quedó atónita y unas lagrimillas empezaron a invadir sus ojos y recorrer cada delicada parte de su rostro, también le dijo que ella sentía los mismo por él, que estaba enamorada y que aceptaba empezar una nueva historia a su lado.
Luis logró graduarse con honores y dejando en alto su nombre, Gabriela estaba trabajando en uno de los mejores hospitales de la ciudad y gracias a su trabajo tenía un puesto que le daban buenos ingresos. Con todos estos ingresos lograron expandir la empresa y además la finca. También, unos años después lograron crear una fundación la cual refugiaban a los niños huérfanos y a los animales que se encontraban en la calle. Fue así como cada uno logró sentirse realizado con lo que era y además compartir una misma felicidad.
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